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Regresión Mental; El Gran Simulador

Regresión Mental; El Gran Simulador

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Porfirio Muñoz Ledo

Le devuelvo el guante.
Allá en los campamentos de 2006, Porfirio Muñoz Ledo se atrevió a calificarme como el único “revolucionario” de mi familia con soslayo de mi padre y de mi hijo. Lo que son las cosas. En ese diálogo el único aristócrata era Porfirio cuyo nombre revela a sus ancestros: Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, patronímicos de la vieja corte de Don Porfirio, el otro, quien murió en París tras ser obligado por la toma de Ciudad de Juárez por parte de las tropas de Madero –Villa y Orozco-, a dejar el poder… y sus restos allí permanecen a la sombra en el cementerio de Mont-Parnasse.

Pues bien, don Porfirio lleva muy bien el mote que le impusimos: “el Churchill mexicano”, tanto por su cultura bélica como por mudar de partido cada que se lo propone. Fue miembro del PRI, hasta llegar a la Presidencia del mismo, entre 1954 a 1987, esto es treinta y tres años con múltiples cargos públicos, entre ellos la secretaría del Trabajo con Echeverría y la de Educación con López Portillo; fundó al Partido de la Revolución Democrática, del que fue también presidente, de 1989 a 1999; ese año se afilió al PARM para competir en pos de la Presidencia de la República y en 2006 aterrizó en el Partido del Trabajo para lograr una senaduría; y, finalmente, en busca de su acomodo entre los diputados, a sus 85 años pasó a MORENA, hace dos años, y se convirtió en el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara Baja.

No hay que olvidar que el de apellido aristócrata formó parte de la Comisión para la Reforma del Estado, encabezándola, y pudo ser admitido como panista si hubiese avanzado el proyecto; por desgracia, fue grande su frustración al observar que lo realizado por él y sus copartícipes quedó en uno de los habituales cuentos de “cazadores” tan asiduos en el ranchero de las hebillas y botas con sus siglas, en plenitud de reflejos ególatras.

Por cierto, Muñoz Ledo compitió por la gubernatura de Guanajuato en 1991 cuando el fenómeno Fox arrasó con la designación, avalada ya por el Congreso estatal, del priista Ramón Aguirre Velázquez, uno de los grandes consentidos del extinto Miguel de la Madrid, rey de la cofradía de la mano caída. Cuatro años más tarde, tras un “breve” interinato de Carlos Medina Plascencia, Vicente alcanzó la gubernatura ansiada como plataforma para llegar a la Primera Magistratura y traicionar después su condición de demócrata convirtiéndose en uno de los signos más abyectos de la derecha.

Quizá por tanto batallas en su larga carrera de político talentoso –lo es, sin duda-, a veces regula y se sitúa en la línea del protocolo institucional. Por ejemplo, al negarse a aceptar una solicitud de moción de orden para llamar la atención del rapaz Peña en cuanto a dirigir un mensaje a la nación con el sello del VI Informe, hace casi tres años sin presencia del Congreso y sin haber invitado al entonces presidente electo. Una aberración, jurídica y política, por donde quiera que se vea.

No importa que el evento se hubiese convertido en costumbre por la repulsa violenta de la oposición aun cuando el PRI se mantenía como la primera fuerza en sendas Cámaras. Ahora, ni pensarlo. Es ilegal, no tiene fondo ni forma y, además, excede las funciones del Ejecutivo quien tiene el deber de limitarse a ejercer las funciones específicamente señaladas en la Carta Magna “y las leyes que de ella emanan”.

La Anécdota

En 1998 escribí “El Gran Simulador”, con referencia al entonces presidente en funciones, Ernesto Zedillo, y mis editores me pidieron hacer la presentación en grande, invitando a varias figuras del Olimpo político. De inmediato me ofrecieron la presencia de Vicente Fox, entonces gobernador de Guanajuato; y, por mi parte, invité para nivelar los momios al presidente del PRD por esos días, Andrés Manuel López Obrador, quien se disculpó por tener agendado un viaje a Chiapas –uno de sus pretextos más socorridos-, y pidió a Porfirio Muñoz Ledo que lo representara en el evento a realizarse en el Palacio de Minería.

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En la víspera, Porfirio me telefoneó para justificar su huida:
–No puedo, en mi condición de presidente de la mesa directiva del Senado, acudir a un acto en el que se califique al presidente de la República como simulador…
–Creía que, antes de cualquier cargo, era usted opositor… (respondí, con enfado, porque no había tiempo ya de suplir su ausencia).
Y Fox se quedó con todo el escenario y discursó con altas voces:
–Voy a realizar una campaña heroica para sacar a los mal nacidos de Palacio.
Luego me dijeron que yo le había servido en bandeja de plata.

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Rafael Loret de Mola


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