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La crisis como catalizador del conflicto. ¿Fin del mundo unipolar? La UE acusa a Putin de “crímenes de guerra”. El mundo de derecha a izquierda y de regreso. Son tiempos de integración para América Latina

La crisis como catalizador del conflicto. ¿Fin del mundo unipolar? La UE acusa a Putin de “crímenes de guerra”. El mundo de derecha a izquierda y de regreso. Son tiempos de integración para América Latina

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“En una sociedad verdaderamente democrática, la oposición no es solo necesidad, sino un requisito vital para el buen gobierno y el progreso social” Nelson Mandela
Prospectiva

El conflicto bélico en Ucrania no tiene para cuando concluir. Vadimir Putin ha dejado atrás su idea de una “guerra rápida” que le permita, como sucedió en 2008 con la invasión a Crimea, hacerse del territorio invadido y ello, vayámonos haciendo a la idea, puede durar buen tiempo.

Desde luego, ha habido errores estratégicos y una visión equivocada de las capacidades de resistencia de un ejército ucraniano que ha mostrado valor e inteligencia a la hora de enfrentar los ataques de una nación con argumentos militares muy superiores, apoyados por Occidente, especialmente por los Estados Unidos que ven en esta guerra y el triunfo de Rusia un riesgo para la pervivencia de su dominio unipolar.

A más de cuatro meses de iniciado el conflicto, los efectos de esta guerra escalan cotidianamente con el riesgo de desbordarse y convertirse en un conflicto a escala mundial. El presidente ruso no ha tenido empacho en señalar que se vive ya “la tercera guerra mundial”, argumento que funda en la intervención de muchos países que han dispuesto ayuda económica y militar a favor de la nación ocupada y, además, por las sanciones de que ha sido objeto Rusia y que Putín descalifica, al tiempo que las cataloga de inútiles.

Es cierto, los efectos de esas sanciones, si se mide en lo económico, han estado muy lejos de su objetivo y han acrecentado los factores negativos en una economía mundial en crisis y caminando hacia una recesión global. En la reunión del grupo denominado BRICS, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, el discurso no fue benevolente con los Estados Unidos. Joe Biden está pasando por una fase crítica. No es común que un mandatario de esa nación inmerso en un conflicto bélico tenga niveles de aceptación tan bajos, con elecciones para renovar el Congreso a la vuelta de la esquina.

El conflicto bélico, sobre todo, ha agudizado la crisis económica derivada de las medidas tomadas a causa de la pandemia de Covid-19, generando enorme escasez de alimentos y un desabasto de hidrocarburos lo que ha obligado a muchos países a redireccionar sus fuentes de aprovisionamiento. Europa transita por una etapa compleja. El aumento de los comburentes está provocando reacciones de los sectores productivos, de transportistas y de la ciudadanía en general.

Se ha criticado al presidente Andrés Manuel López Obrador por autorizar a la Secretaría Hacienda a subsidiar las gasolinas para evitar que la inflación siga escalando. Sí, estas medidas lastiman los ingresos públicos, no hay duda, pero de no tomarse el incremento de los precisos escalaría lastimando más a quien menos tiene. Se equivocan los que dicen que esta medida es regresiva y que ayuda a las clases medias y altas. No es así, el transporte público se ve afectado y el movimiento de mercancías se encarece lo que se traduce en precios más altos.

En España, el Consejo de ministros decidió el sábado pasado ampliar los subsidios a las gasolinas y el presidente Joe Biden, para mencionar sólo dos ejemplos, también reducirá los impuestos federales a los comburentes. La inflación es hoy un tema global y las medidas, monetaristas, parecen ser las más adecuadas sin cerrar los ojos a los efectos recesivos que ello tiene. El alza de las tasas de interés está orientada en ese sentido, sin embargo, los bancos centrales no niegan los riesgos recesivos por el aumento del precio del dinero.

El Banco de México, siguiendo la ruta de la Reserva Federal de los Estados Unidos, acordó un incremento de 75 puntos base, su gobernadora señaló que este incremento histórico ayudará a reducir la oferta de dinero y mercancías advirtiendo que la inflación puede llegar al final del año al 8.1%, al tiempo que negó que en México decrecerá el PIB, estimando que para este año llegará al 2.2%, predicción que parece temeraria ante la posibilidad de que EU entre en una fase recesiva.

La crisis como catalizador del conflicto

No podemos obviar el señalar que la guerra ha incentivado a las naciones europeas a incrementar su gasto en armamento, algo que se había dejado de hacer al concluir la Guerra Fría, en 1991, luego de la desintegración de la URSS, posterior a la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989. Más dinero para armas, más dinero para compra de alimentos y de energéticos, en un entorno caracterizado, como ya se mencionó, por el incremento exponencial de los precios.

En este escenario, Ucrania y su vecina Moldavia han recibido la noticia de que son ya, formalmente candidatas a ingresas a la Unión Europea que les ha abierto las puertas a través de una inédita vía rápida, que ha generado enorme molestia de dos aspirantes: Macedonia del Norte y Albania que desde hace un par de años están esperando una respuesta similar.

También el presidente turco Erdogán ha manifestado su irritación porque lleva años pidiendo su ingreso a la UE. Enojo que se suma al generado por el ingreso de Suecia y Finlandia a la OTAN. Se suman a este afán militarista Dinamarca y Alemania. Esta última que destinará el más alto presupuesto a la compra de armamento desde su segunda unificación (1992), lo que pone a temblar a quienes recuerdan los orígenes de la primera y la segunda guerra mundiales.

En este escenario tan complejo, no se puede obviar la declaración del canciller chino que señala que pronto China reincorporará a Taiwán a su territorio, declaración que pone los “cabellos de punta”, no sólo a los Estados Unidos aliados y protectores de la isla asiática, también a las naciones asiáticas que ven en ese discurso una amenaza para una región en la que el gigante asiático ha adquirido una evidente e irreversible preeminencia.

“Ha llegado a su fin la era del mundo unipolar”: Putin

Suma, en el terreno de la incertidumbre, la declaración de Vladimir Putín quien recién proclamó “el fin del mundo unipolar”, liderado por los Estados Unidos. El presidente de Rusia acusó a esta nación “de creerse el enviado de Dios”, luego de clamar victoria en la Guerra Fría tras la caída de la Unión Soviética en 1991. “Esta época terminó, pese a los intentos de Occidente de conservarlo por todos los medios”.

¿Qué le da valor al ex jefe de la KGB para escribir este epitafio? Sin duda, observar a los países occidentales incapaces de enfrentar una coyuntura tan compleja como la guerra por él provocada en Europa Oriental con la clara intención de configurar una nueva etapa hegemónica en esa región, fortaleciendo la cultura eslava y colocándola lejos de las influencias occidentales.

En el “Foro Económico Internacional”, realizado la semana pasada en la bellísima ciudad de San Petersburgo, Putin señaló en su alocución que “la era unipolar ha terminado. El cambio es un proceso natural de la historia, dijo, al tiempo que advirtió que “las recetas aquí no funcionan”, y acuso a los líderes occidentales, en especial a su homólogo Joe Biden, “de ignorar los cambios revolucionarios y tectónicos”, a los que calificó de irreversibles.

Manifestó que este cambio de era obedece a la ceguera de occidente, “de Estados Unidos que no se ha querido dar cuenta de que en las últimas décadas en el planeta se han formado y cada vez se hacen oír más nuevos y poderosos centros, cada uno de los cuales desarrollan sus sistemas políticos e instituciones públicas, e implementan sus propios modelos de crecimiento económico”. En pocas palabras, Putin habla del fin de “mundo unidimensional”, que Herbert Marcuse describió tan detalladamente en su libro homónimo publicado en los años setenta del siglo pasado.

El mandatario ruso fue puntual al establecer que esos países, Rusia entre ellos, “tienen derecho a defender y garantizar su pervivencia y su soberanía”. Se lucha, dijo, contra aquellos que no sólo niegan la realidad, además, intentan obstaculizar la marcha de la historia. Piensan como en el siglo pasado; son rehenes de sus propias mentiras.”

Putin fue muy explícito en su narrativa sobre la crisis de Occidente, discurso que sedujo al público a ese Foro. “Para explicar su decadencia podemos tomar como ejemplo a los Estados Unidos que han pasado de ser un país exportador a una economía importadora que ha provocado una crisis global con su irresponsable política financiera.” No se detuvo allí, también tuvo palabras para la Unión Europea, a la que calificó como “un bloque de naciones que ha perdido soberanía política, al ceder su autonomía en favor de Washington.”

En el colmo de la soberbia y el cinismo, se atrevió a negar que lo que llamó “operación militar especial” en Ucrania, “tenga que ver con los actuales cataclismos económicos”, de los cuales responsabilizó a Occidente a quien acusó de ser la causante de “una posible hambruna en el mundo”. Su mensaje no tiene desperdicio. Nos permite abordar lo relativo a un nuevo orden mundial que, sin duda, derivará de la crisis provocada por la invasión a Ucrania, el nuevo papel de Rusia en ese entorno y el de China, que ha sido particularmente raro.

La UE acusa a Rusia de “crímenes de guerra”

Josep Borrell, Alto Representante para la Política Exterior de la UE, difiere del planteamiento hecho por Putin al que acusó de “utilizar el hambre como un arma contra el resto del mundo, Esto es un verdadero crimen de guerra.” El jefe de la diplomacia europea ha calificado como “inconcebible” que millones de toneladas de trigo sigan bloqueadas en Ucrania, “mientras en el resto del mundo la gente sufre de hambre.”

Contrario a lo que plantea el presidente ruso, que culpa a Occidente de la crisis alimentaria, las evidencias son contundentes y señalan a Rusia como la causante de esta crisis alimentaria que, como pandemia, se propaga por el mundo lastimando especialmente a las naciones más vulnerables, las que de por sí padecen una aguda pobreza alimentaria. África es una de las regiones que resienten con mayor fuerza esta escasez.

Ante las cancillerías de los 27 países miembros de la UE reunidos en Luxemburgo, Borrell señaló que la invasión rusa ha provocado que cerca de 20 millones de toneladas de granos permanezcan en silos y puertos de Ucrania ya que el bloqueo ruso impide que puedan viajar al exterior a través del Mar Negro que es la vía tradicional, la más rápida e inmediata hacia los mercados de alimentos mundiales.

Lo más preocupante es que la cosecha de este verano se aproxima, lo que provocará un problema de almacenamiento y que ello motive a los agricultores a dejar de sembrar los terrenos por una caída tendencial de las perspectivas económicas.

¿Qué significa esto? Simple y sencillamente que lo que estamos viendo hoy como escasez se acrecentará el año próximo, al dejar de sembrarse millones de hectáreas por la incertidumbre provocada por la guerra. Recordemos que Ucrania, hasta antes de ser invadida por Rusia, representaba el 10% del mercado mundial de trigo, el 13% del de cebada, el 15% de maíz y, muy relevante, el productor del 50% del aceite de girasol del mundo, según datos de la Comisión Europea.

¿Qué alternativas se consideran para enfrentar esta grave situación? Bruselas ha sondeado algunas alternativas orientadas a reabrir las compuertas comerciales del grano producido en Ucrania, entre ellas que se observa arriesgada por la actitud belicosa de la nación invasora: puesta en marcha de una misión naval que escolte el paso de busques granero desde Ucrania a través de un Mar Negro sembrado de minas y vigilado por la armada rusa. El bloque comunitario confía en que la solución cuente con el aval de Naciones Unidas, y con el apoyo de Turquía, sin duda un actor regional clave para navegar por el Bósforo.

Como podrán inferir los amables lectores de esta Prospectiva, dicha estrategia conlleva enormes riesgos ya que pude contribuir a escalar el conflicto al darle la escusa a Putin de ampliar su escenario de batalla. Sin embargo, lo peor es asumir una actitud dubitativa o esperar a que el conflicto termine. La crisis alimentaria se ha convertido en el centro de una batalla de narrativas entre Rusia y los Veintisiete, lo que ha generado enorme preocupación en la UE.

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Paradójicamente, países en vías de desarrollo, afectados por la carestía de los cereales y el incremento de los precios (inflación mundial que amenaza con generar un nuevo ciclo recesivo) “le han comprado” el discurso al mandatario ruso que insiste en que son las sanciones de Occidente la causa de la crisis económica y alimentaria.

A ese argumento Bruselas replica acusando a Rusia de “estar bloqueando los puertos ucranianos, no nosotros”.  Borrell fue enfático al señalar al final de la reunión en Luxemburgo que: “Rusia está destruyendo puertos y almacenes de alimentos e infraestructura de transportes, no nosotros.”

Los mensajes son claros, sí, pero resultan insuficientes e ineficientes ante una realidad concreta: la guerra entre Rusia y Ucrania ha entrado en una etapa de estancamiento derivado de la inoperancia del ataque del invasor y de la resistencia de los invadidos que están recibiendo apoyos militares que, sin duda, fortalecerán su defensa y darán mayor fuerza a la narrativa de Kiev que insisten en no capitular, porque al final del día expulsarán a los invasores. En ese contexto se escucha que Ucrania podría quedar dividida, como en su tiempo ocurrió con Corea luego de una larga batalla que constó miles de vidas.

El mundo: de izquierda a derecha, de derecha a izquierda

En este escenario que describe Vladimir Putin como el fin de la unipolaridad, la geopolítica está tomando un papel preponderante en ese “juego de Tronos” que se está ampliando a más de tres centros de poder. Sí, estamos entrando a una nueva era. Algunos dicen que estamos viviendo una “nueva guerra fría”, otros, como el presidente ruso, hablan de una Tercera Guerra Mundial. Este reacomodo obligará a todas las naciones del orbe a un realineamiento, muy diferente al que ocurrió en el largo período de la Guerra Fría (1945-1991), un período de bipolaridad, de una lucha Este-Oeste, que llevó a muchas naciones a ubicarse en uno u otro lado, aliados al capitalismo norteamericano o al socialismo soviético.

El Dr. Leyde E. Rodríguez Hernández (“De la unipolaridad a la multipolaridad del Sistema Internacional del siglo XXI”. CLacso, 2014), señala que: “Nos encontramos a las puertas de una de una reorganización totalmente nueva del Sistema Internacional, en la que el poder se encuentra, por primera vez en la historia, distribuido de manera global: Estados Unidos, Rusia, China, India y la Unión Europea, dando paso a un sistema multipolar nunca antes visto, donde los Estados han dejado de ser los únicos agentes activos del poder; pero en el que un grupo de potencias emergentes pugnan y actúan en alianzas para lograr una nueva distribución de poder mundial, tratando de poner fin a la coalición unipolar encabezada por los Estados Unidos tras la desaparición de la comunidad de Estados socialistas en la Europa del Este, de la URSS y de los sucesos del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York que condujeron a la fracasada ´guerra contra el terrorismo´.”

El doctor en Ciencias Históricas precisa en su ensayo que: “La particularidad del sistema multipolar radica en que las potencias principales son más de tres y sus fuerzas no son demasiado desiguales. Aumenta la previsibilidad y disminuye la posibilidad de conflicto y la negociación diplomática debe anteponerse a la guerra para mantener el equilibrio”. Esto significa que ningún Estado tendría predominio sobre el sistema internacional y aparecerían un conjunto de centros de poder que están en las condiciones de tomar decisiones sobre los diversos y complejos temas de la política internacional. Bueno esto es lo que establece la teoría.

Son tiempos de integración para América Latina

¿Qué papel habrá de jugar América Latina en este escenario de multipolaridad? Vista desde el Sur, se debe hablar de pluripolaridad de las relaciones internacionales , en razón de que se trata de una configuración de fuerzas geopolíticas muy diversas, con identidades culturales distintas, heterogéneas también en lo ideológico y político, porque en el caso de esta región encontramos hoy dos plataformas muy específicas pero no necesariamente convergentes: una, la llamada Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), y la de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en ambas se plantea como objetivo la reivindicación de construir, con otros polos de poder mundiales, un Sistema Internacional pluripolar.

En este contexto, es importante entender el rumbo que están tomando algunos Estados latinoamericanos, no sólo en lo relativo a su comportamiento económico, a sus alianzas y estrategias para acceder a mejores oportunidades de desarrollo. Hoy, el Consenso de Washington promotor del modelo neoliberal se está extinguiendo como ruta obligada a seguir debido a los intereses y planteamientos de una nación ejerciendo ese liderazgo unipolar.

Son tiempos complejos para los Estados Unidos. Al interior, existe una creciente polarización que hace complicada la gobernabilidad; al exterior, es evidente su alejamiento de esa postura hegemónica que quiere mantener.

La Cumbre de las Américas hizo muy evidente esa situación, por su negativa a atender y entender que la exclusión no es el camino para encontrar caminos comunes. El triunfo de Gustavo Petro en Colombia, con un número de votos nunca obtenido, establece con toda claridad que nuestra región está viviendo una etapa de cambios, no todos en el mismo sentido.

Lo que destaca es que hoy, diez países de la región están gobernados por partidos de izquierda con características diversas, heterogéneas en su visión de futuro, pero sí arraigadas a una idea común, la necesidad de enfrentar la pobreza extrema que, por cierto (CEPAL 2022) se ha incrementado de manera exponencial derivado de la pandemia y de la crisis económica que de ella ha derivado. Sin embargo, este estadio negativo, sin duda, presenta enormes ventanas de oportunidad, en este replanteamiento obligado que ocurre ante un inminente cambio en el Sistema Internacional. La CELAC, jugará un papel importante, sobre todo si se logra que esta organización multinacional venza las resistencias históricas que han hecho fallidos los propósitos de integración.

Emilio de Ygartua
Emilio de Ygartua


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