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“Todo lo que soy y lo que tengo se lo debo al béisbol” Entrevista al pítcher Julio Azcorra

“Todo lo que soy y lo que tengo se lo debo al béisbol” Entrevista al pítcher Julio Azcorra

“Todo lo que soy y lo que tengo se lo debo al béisbol” Entrevista al pítcher Julio Azcorra

Era el cátcher que “El pequeño Napoleón”, Juan Castillo, exigía para los partidos que él abría

–En estas cosas siempre me ha gustado ser claro y hoy lo ratifico: lo que yo soy y lo que tengo es gracias al béisbol –afirma el veterano pelotero Julio Azcorra Castillo.

Cuando rebasa los 70 años de edad, El Negro, como le dicen de cariño todos sus amigos y conocidos, tiene todavía muy buena memoria, la suficiente para hablar de cómo, con sacrificios, trabajo duro y tenacidad, se abrió paso en las ligas de la pelota caliente, en un periodo de tres décadas más o menos, no sólo para obtener dinero para sus necesidades personales, sino también para mantener a su familia y alcanzar en fin un aceptable nivel de vida.

Muchos que conocen de béisbol subrayan lo duro que es este juego, en el que un rival verdadero puede ponerte fuera de circulación propiciando tu caída al suelo.

El Negro sabe mucho de eso porque, aunque empezó jugando desde niño, a los 18 años, cuando emprendió su primera aventura para jugar fuera de Dzilam González, se desempeñaba como short stop –parador corto para quienes prefieren hablar en español–, las necesidades y las oportunidades se combinaron para que Julio suba al montículo de pitcheo, e incluso juegue como jardinero o haga el papel de guardabosques central, o simplemente cumpla funciones de “fil”.

Pero el béisbol siempre es más que solo béisbol, así que permítame contarle que nuestro amigo Azcorra Castillo unas veces parece que ya Iba para lanzador, y en otras atraía las miradas de los aficionados, por sus cualidades para jugar como receptor (para los que no saben mucho del tema, en el mundo latinoamericano el receptor es quien juega agachado detrás del plato de jom): su altura, sus fuertes piernas y, desde luego, su capacidad para lanzar, incluso desde la “loma de los disparos”, para sorprender a quien estuviera fuera de base.

La “maldición” del futbol

Recordamos que en los “años dorados” del béisbol en Dzilam González se consideraba, mitad en broma y mitad en serio, que la desgracia caía sobre todos los integrantes de una familia si alguno de sus niños o jóvenes se decantaba por jugar fútbol, en vez de practicar el más noble e inteligente béisbol.

En el caso de nuestro amigo Julio Azcorra, no le prestaba ninguna atención al balompié, pero estaba desarrollando habilidades extraordinarias para el ciclismo, luego de que dirigentes de un equipo de béisbol de Panabá lo invitaron a jugar con ellos. El Negro tenía entonces 18 años de edad.

Sábados de viaje

–El sábado salía yo a las 6 de la mañana de Dzilam González, y llegaba a Mérida a las 9 –detalla el excátcher y exlanzador–. Ahí tomaba el autobús de ruta que me dejaba en Valladolid, donde pasaba yo a abordar el camión que me llevaba a Tizimín, último punto antes de llegar a Panabá,

–Don Pancho Aranda nos esperaba como media hora, si llegábamos, bien, pero si no… En esa época íbamos de refuerzos mi compadre Felipe Castillo y yo; él era pítcher.

(El dzilameño Felipe Castillo Castillo fue protagonista de varias hazañas de pitcheo jugando para los Toros de Panabá. Llegó a ser tan popular que se quedó a vivir en esa población, donde puso en servicio una tienda de abarrotes. Hace muchos años regresó a vivir en Dzilam González.)

–Todos los sábados estaba yo viajando así –subraya Julio Azcorra–. El camión que daba servicio entre Tizimín y Panabá era de don Pancho, quien nos apreciaba mucho. Cuando llegábamos el sábado en la noche, la gente lanzaba voladores al aire, porque con los refuerzos el equipo local tenía más chance de ganar.
–La carretera que usaba el autobús no era petrolizada, sólo un camino blanco, donde se habían quitado las piedras que más perjudicaban. Y en esta época de lluvias imagínate cómo estaban los mosquitos.

Lanzador al fin

El reportero quiere saber qué posición jugaba Julio en Panabá, y es entonces cuando quedan al descubierto las cualidades y características del entrevistado que le permitieron asumir el béisbol como un trabajo durante tantos años: su adaptabilidad, su pragmatismo y la facilidad con que se adapta a las circunstancias.

A lo largo de la entrevista Azcorra apuntó que cuando su paisano el as de picheo Juan Castillo Baeza, de 18 años de edad entonces, fue invitado por primera vez a jugar en un equipo fuera de Dzilam ambos se desempeñaban como paradores en corto (“shortstops”).

Juan Castillo, a quien la afición y los cronistas deportivos pusieron apodos como “El pequeño Napoleón” y “El acorazado de bolsillo” , fue descubierto como un competente y aguerrido lanzador, y por sus propios méritos ocupó lugares destacados en las listas de pítchers del ámbito nacional de entonces.

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Hay un detalle que vale la pena exponer para evaluar el potencial que tenían Juan y Julio: Aunque había otros buenos receptores en Dzilam González –como Gildardo Baeza “Cuino” y Edil Canché–), Castillo exigía que el que recibiera sus disparos detrás del jom fuera siempre su compadre Azcorra.
A donde iba Juan Castillo, a un costado marchaba su amigo, compadre y cátcher Julio Azcorra, quien se las arreglaba para mejorar poco a poco sus ingresos como pelotero.

–El último viernes de cada mes –recuerda Azcorra– había junta abierta en la que se les recordaba a los asistentes que el que tuviera oportunidad de salir a jugar en otro municipio, no había ningún problema.

Tomás (Castillo Baeza, el mánager del equipo) me daba 40 pesos. Se sorprendió cuando le revelé que en Peto me daban 250 pesos totalmente libres, yo no pagaba un quinto desde que salía de mi casita hasta que regresaba.

El entrevistado detalla que en el equipo de la potabilizadora Aguakán de Quintana Roo militaban el ” indio” Peraza, “Pelele” Cáceres, Gregorio Acea, Fernando Ávila, Ramiro Rubio Harrison… Puras figuras que traían de Mérida para que jueguen por la empresa del agua. En el equipo de enfrente Juan Castillo y yo, Briceño y otros más cuyos nombres no recuerdo.

Doña Elsy Baeza Castillo es la esposa de Julio Azcorra.

–Según ya nos dijiste, donde jugaba Juan Castillo tú eras el cátcher. ¿Cuándo te hiciste pítcher?
–Cuando Juan dejó de pichear (lo hacía para Aguakán). Las lesiones no lo dejaban, y en cuanto a mí, ya muchos me conocían.
Otros recuerdos interesantes nos expone Azcorra Castillo, como uno relativamente reciente relativo a una competencia de bateo que le ganó a una antigua figura de la Liga Peninsular de Béisbol.

Quisimos cerrar esta nota con algún detalle amable, y preguntamos por el antiguo compañero de Julio, el legendario Felipe Castillo Castillo, que también le daba duro a la bicicleta. Julio Azcorra, Juan Castillo y Felipe Castillo formaban una tripleta que se distinguía no sólo por su gran amistad, sino también porque se divertían y cuidaban entre ellos, y se daban el “trato honorario” de compadres.

Don Felipe Castillo y Castillo falleció en los primeros días de este año.

Ginder Peraza


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