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La sexocracia daña la competencia política y se lleva entre las patas a los pueblos

La sexocracia daña la competencia política y se lleva entre las patas a los pueblos

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Por Javier Chávez Ataxca
DESDE LOS ONCE PASOS

La sexocracia afecta la calidad de nuestros políticos y los pueblos sufren las consecuencias por la inflexible obligación electoral de designar a mujeres como candidatas por el hecho de serlo, garantizando al menos el mita y mita y permitiendo que dominen en el reparto.

Así ocurre con las once presidencias municipales de Quintana Roo que disputan las dos coaliciones y Movimiento Ciudadano, pero en nuestros municipios ya hay un aplastante predominio de ellas: Yensunni Martínez (la capital), Mary Hernández Solís (Felipe Carrillo Puerto), Lili Campos Miranda (Playa del Carmen), Blanca Merari Tziu Muñoz (Puerto Morelos), Juanita Alonso Marrufo (Cozumel), Atenea Gómez Ricalde (Isla Mujeres) y Ana Patricia Peralta en Cancún.

Por las siete mujeres hay cuatro hombres: “El Chepe” José Alfredo Contreras (Bacalar), Erik Borges Yam (José María Morelos), Diego Castañón Trejo (Tulum) y Emir Bellos Tun en Lázaro Cárdenas, el municipio norteño más identificado por la irresistible isla de Holbox.

Con tal de garantizar el intocable principio de la paridad de género, en el tablero de la Patria el Instituto Nacional Electoral exige a partidos y coaliciones que postulen a cinco mujeres en las nueve gubernaturas que estarán en juego en 2024: Jalisco, Yucatán, Tabasco, Guanajuato, Morelos, Puebla, Veracruz, Chiapas y la Ciudad de México.

Este trato de finas damas daña la competencia política porque las mujeres por mérito propio tienen que conquistar su derecho a ser candidatas, pero no por un reparto preferente con el que se les sigue pagando lo que llaman “deuda histórica”.

Sabemos que hasta el 3 de julio de 1955 se les permitió votar por vez primera, gracias al Presidente priista veracruzano Adolfo Ruiz Cortínez. Y vaya que se habían tardado muchas décadas para permitirles no sólo votar, sino ser candidatas y acceder a altos cargos burocráticos.

Y aquí no hay discriminación machista, porque hay que aplaudirles si en las nueve gubernaturas hay pura mujer candidata por mérito propio, pero se hace un grave daño a la competencia política al garantizar candidaturas a mujeres por el hecho de serlo. Vean el nauseabundo espectáculo que sigue dando la alcaldesa morenista carrilloportense Mary Hernández con su “soporten”.

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La sexocracia no es la solución, porque los mejores mexicanos tienen que acceder a las candidaturas tomando en cuenta su aceptación popular y destreza, incluyendo la honestidad que está en peligro de extinción.

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La Chispa

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