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De “amigos” y traiciones

De “amigos” y traiciones

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De “amigos” y traiciones
Sin Remitente

La destitución inmediata de los funcionarios estatales que el domingo se pronunciaron a favor de la candidatura presidencial de la jefa de la Ciudad de México, Claudia Sehimbaun, era de lo más esperada por una sencilla razón: traicionaron  al que les había dado la oportunidad de trabajar en su gobierno (Adán Augusto López Hernández) y que ahora aspira a suceder a su paisano y amigo, Andrés Manuel López Obrador.

Los ahora ex funcionarios y militantes de Morena pecaron de ingenuos y demostraron que la lealtad no es una de sus virtudes. Lo mínimo que se habría esperado es que apoyaran las aspiraciones de su paisano, por el solo hecho de ser tabasqueño, como ocurrió en muchos casos con el ahora Presidente.

Y en todo caso, si querían apoyar a Claudia Sehimbaun, debieron renunciar a sus cargos en el gobierno en un acto de congruencia.

No debería sorprender entonces la decisión que ejecutó el gobernador interino, Carlos Manuel Merino Campos, pues es evidente que lo que hicieron los ex funcionarios fue una traición flagrante que no podía perdonarse. Así es la política y así deberían asumirlo los destituidos.

Un poco de sentido común de los ex funcionarios los hubiera llevado a, por lo menos, no presentarse a la reunión en la que respaldaron las aspiraciones presidenciales de la jefa de gobierno, y evitar que se les culpara, como sucedió, de haber traicionado a su otrora jefe y amigo, Adán Augusto López.

Fue, claramente, un error de dos bandas: por un lado, el que cometieron los ahora ex funcionarios, y por la otra todos los que integran el grupo político que lidera Javier May Rodríguez, que así reaccionaron por no ganar posiciones claves en el nuevo Comité Directivo Estatal de Morena que ahora presiden Tey Millinedo y Raúl Ojeda Zubieta.

En tiempos en que deberían cerrar fila y no buscar la confrontación camino al proceso electoral del 2024, los miembros del grupo de Javier May Rodríguez no procesaron racionalmente el no haber logrado acordar el reparto de integrantes de la nueva dirigencia de su partido en Tabasco. Radicalizaron su enojo y, como es natural, hubo una reacción.

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Con lo sucedido tanto en la renovación de la dirigencia estatal de Morena como en el cese fulminante de los ex funcionarios, queda más que claro que el ex gobernador y ahora secretario de Gobernación y aspirante presidencial, es el que manda en Tabasco.

Así tendrían que entenderlo los grupos al interior de Morena y, antes de actuar apasionadamente, hacer tanto lo que presumen: política y más política.

Víctor Ulin
Víctor Ulin


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