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De la Noche al Día del Niño

De la Noche al Día del Niño

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De la Noche al Día del Niño

Antes del siglo IV a. C., los niños eran considerados propiedad de sus padres y, como cualquier bien, ellos decidían sobre su vida. Si algo les incomodaba, como las deformaciones, enfermedades, debilidades o por sobrepoblación, se optaba por sacrificarlos y no había sanción; era una práctica aceptada en pueblos antiguos como Egipto, Fenicia, Persia, Grecia y China; en Mesoamérica, también los sacrificios de infantes eran comunes, para agradar a los dioses o aplacar su ira. Luego, entre los siglos IV y XIII se reconoce que tienen alma y ya no se pueden sacrificar, así que se opta por el abandono; un infanticidio indirecto a manos de los elementos y la naturaleza. En la edad media se les azotaba para quitarles la maldad o se entregaban a monasterios y conventos, llegando a negociarse como mercancía y casándolos a los 12 años. En la expansión de los imperios, niños y adolescentes eran tributo o “voluntarios” entrenados para la guerra, convirtiéndose en la infantería experimentada que nutren los ejércitos. Hoy existen unos 400 mil niños soldados en el mundo, su reclutamiento inicia entre los 9 y 12 años para engrosar la carne de cañón de grupos armados en países en conflicto, y de organizaciones criminales. En México se estiman más de 30 mil niños reclutados por el crimen organizado, con cerca de 2 mil asesinados en últimos años. Y es que la narcocultura permea ya en la música, el entretenimiento, la moda, el internet y hasta en los gustos, creando falsos ídolos y modelos a seguir para millones de niños que viven en pobreza y abandono, en zonas con altos índices de alcoholismo, desempleo, inseguridad y de violencia intrafamiliar.

Del siglo XIV al XVII, la educación se reservaba solo para los varones de clase alta, y las niñas de familias pobres eran entregadas como sirvientas desde los 6 años. Los castigos físicos eran bien vistos, tanto para corregir como para descargar la frustración de los padres y adultos cercanos. Por el contrario, en Culturas Mesoamericanas como la maya y la mexica, la niñez y adolescencia eran años de sabia y rigurosa formación; se les preparaba para integrarse a la comunidad, participando según su sexo, estrato social y capacidad. Sin embargo, con La Conquista en el siglo XVI, todo cambió y la escuela pasó a ser exclusiva para los hijos de nobles. Tristemente, pareciera que la noche del medioevo aún no termina en México, pues datos oficiales registran más de 10 mil niños hospitalizados por violencia intrafamiliar; una cifra creciente y mayor a 50 mil delitos anuales por violencia sexual infantil, hasta 20 veces mayor si se denunciaran todos los casos. Así como 1 de cada 2 niños menores de 6 años en condición de pobreza y 1 de cada 10 en pobreza extrema. Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla y Veracruz concentran la gran mayoría. Y casi 3.5 millones que han dejado la escuela y su infancia para contribuir al gasto familiar, trabajando en condiciones de neoesclavitud y explotación.

Es hasta el siglo XVIII que nace el sentimiento moderno de la infancia, reconociendo su bondad innata y la sociedad que lo corrompe. Disminuye la mortalidad infantil por los cuidados paternos y los avances científicos. Alemania crea los “kindergarden”, un espacio diferenciado solo para los niños más pequeños. Del Siglo XIX a la fecha, el consenso general es que los niños deben ser cuidados y se le obliga a la sociedad, con la Declaración de los Derechos del Niño en 1954 por la ONU, la sociedad los reconoce y los padres asumen su crianza con paciencia y responsabilidad. Pero todavía sigue la noche, ya que el maltrato infantil aún existe y desde antes de nacer, con la violencia contra las mujeres y las niñas. En subculturas retrógradas es frecuente escuchar “si es niño, ¡qué gusto!”; “si es niña, ni modos”; y la estigma del “no deseado”. La normalización de todo tipo de violencia en los ámbitos familiar, escolar y comunitario le resta felicidad y alegrías a los niños, haciéndoles vivir tristezas, miedos y sufrimientos que no les corresponden.

Dr. Fidel Ulín-Montejo

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Investigador Titular, UJAT

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