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Centro: la maldición de los baches…

Centro: la maldición de los baches…

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Centro: la maldición de los baches…
Sin Remitente

Parece una maldición de nunca acabar. No hay gobierno que no haya intentado, sin éxito hasta ahora, acabar con los baches, hoyancos o auténticos cráteres que minan lo mismo calles en las colonias populares o las grandes avenidas en el municipio de Centro.

Apenas llegan al poder, el alcalde o alcaldesa en turno anuncia que ahora sí se acabará con uno de los principales problemas que padecen desde hace muchos años ciudadanos en general y automovilistas en particular.

Y entonces contratan a una empresa que resulta como todas las anteriores, incluyendo la súper máquina que el ex alcalde Evaristo Hernández Cruz llamó el Dragón: un rotundo fracaso.

Los primeros días, con decenas de trabajadores y maquinaria, montan un espectáculo en avenidas aledañas a zonas residenciales, que no ameritan atención, que deslumbra a quienes no conocen las entrañas de la ciudad e ignoran todavía  que hay caminos de lodos y una buena cantidad de calles mutiladas en comunidades. Que el municipio de Centro es más que la zona de Tabasco 2000 o Paseo Tabasco.

Las cantidades invertidas por el gobierno municipal para tapar los baches, literalmente se van como el agua cuando comienzan atisbar los frentes fríos y la naturaleza exhibe la mala calidad de la obra pública que solo aguanta la entrega, y a veces, ni eso.

Con las lluvias que han coqueteado en las últimas semanas, como si nunca hubiesen sido reparados, los viejos baches reaparecen y nacen otros que agravan mucho más el transitar de la gente y los automovilistas.

La carrocería de los autos crujen y el cuerpo de los transeúntes, jóvenes o ancianos, vive la amenaza de caer cuando se ve obligado a tratar con un salto o un movimiento a saltar o  rodear el bache que se esconde con el agua.

Lo que viene cuando cae el montaje de la obra que escenifican las autoridades municipales, sin distinción de sexo, es la historia de siempre:  calles y tramos de avenidas intransitables, y el enojo de una población que tendrá que desahogarse en las redes sociales o, sería lo deseable, protestar públicamente o bloquear para que sean atendidos.

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El gobierno desempolvará el guion, meterá mano al presupuesto otra vez y preparará a los actores para que salgan a escena y la obra quede mucho mejor montada que la última vez.

El próximo año, tome nota, regresará la maldición que estoica, ¿o permisivamente?, los habitantes de Centro soportan o no han podido combatir o quizá porque mantienen cómodamente su asiento en la butaca y ni se dan cuenta lo caro que les sale el boleto de la misma obra que les vende en taquilla el alcalde o alcaldesa.

Víctor Ulin
Víctor Ulin


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